Para el año 2050, el 70% de la población vivirá, viajará y trabajará en ciudades, dice la ONU. Es decir, en menos de tres décadas, 2.500 millones de nuevos habitantes se sumarán a las ya saturadas urbes del planeta. Lo anterior traerá consigo grandes transformaciones, particularmente en energía y movilidad. Ambas requerirán una adaptación radical que permita acoger el crecimiento demográfico y disminuir la congestión y la contaminación en las ciudades. Bajo esta coyuntura, jugará un rol decisivo la electromovilidad,que contempla a vehículos completamente eléctricos, como también a vehículos eléctricos híbridosy aquellos que usan tecnología de pila de combustible de hidrógeno.
La aparición de actores visionarios e impetuosos, como Elon Musk, de Tesla, han apresurado el cambio en la industria automotriz, logrando que los autos eléctricos se conviertan en una alternativa asequible con prestaciones muy competitivas, ya que, además de no utilizar combustibles fósiles, son más eficientes, requieren menor mantenimiento y generan un muy bajo nivel de ruido. Según el World Economic Forum, al final de la próxima década estos vehículos constituirán al menos un tercio de las ventas de automóviles nuevos. En Chile, el Ministerio de Energía ha estimado que en 30 años más el parque de vehículos livianos estará conformado por un 40% de carácter eléctricos, el transporte público será 100% eléctrico y la matriz de generación eléctrica estará compuesta en un 70% por energías renovables. Lo anterior evitará la emisión de 11 millones de toneladas de CO2 al año (equivalente al CO2 que genera anualmente el desplazamiento de aproximadamente siete millones de personas que utilizan su automóvil particular) yse reducirá el gasto energético en más de USD3.300 millones anuales.
La tecnología necesaria para afrontar el futuro de la electromovilidad está en continuo desarrollo, y aún existen muchos aspectos básicos que se deben resolver. Por ejemplo, las baterías de litio, que ahora superan a otros tipos de baterías previamente competitivas (como por ejemplo las de plomo-ácido), aún requieren mejoras adicionales para, en particular, extender los kilómetros de conducción de los vehículos eléctricos y las horas de operación de dispositivos móviles. Para satisfacer estas demandas se están desarrollando varias tecnologías, en las cuales se emplean elementos como el carbono, cobalto, cobre, níquel, silicio, titanio, vanadio, dispuestos en diversas configuraciones, que van desde nanoestructuras hasta novedosos materiales bidimensionales.
Dicho lo anterior, la pregunta que nos debemos hacer como país es: ¿cómo afrontaremos estas inminentes transformaciones?
En el documento “Estrategia Nacional de Electromovilidad” (elaborado por el Ministerio de Energía) se plantea convertir a Chile “en un líder mundial en el uso de tecnologías sustentables durante los próximos años”. Sin embargo, si realmente queremos que nuestro país pase al siguiente nivel de desarrollo, generando más riqueza y bienestar para sus ciudadanos, no deberíamos solo consumir los productos asociados a esta tecnología, sino que, además de ser productores de las cotizadas materias primas, conseguir un papel protagónico en la producción de estas tecnologías. Este tremendo desafío trae consigo grandes oportunidades y enormes ganancias. Hay un tremendo potencial de crecimiento y generación de riqueza, que podemos encararlo formando una gran sinergia entre los diversos sectores, público y privado; académico y empresarial. O sea, como país tenemos que hacer una chilena para anotar un ¡golazo!