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Fecha: 30/octubre/2018
Un cielo de oportunidades
Esta columna de opinión fue escrita Andrés Escala Astorquiza, director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile, director del Observatorio Nacional Cerro Calán e investigador del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

Nuestro país posee los cielos más transparentes del planeta, lo que ha convertido a Chile en la capital mundial de la astronomía desde hace ya un par de décadas. Los mayores telescopios se encuentran instalados en el norte del país, desde los principales detectores de luz visible (VLT) hasta los de ondas de radio (ALMA). Con la llegada de LSST, GMT, E-ELT —por mencionar los principales proyectos en el futuro cercano—, nuestro liderazgo va a aumentar, llegando a que el 70% de la luz analizada con fines astronómicos se hará desde Chile.

Sin embargo, estas instalaciones con tecnología de punta ubicadas en el país no han ido a la par con un desarrollo en Chile de las tecnologías asociadas. Notables excepciones son la participación en el desarrollo de receptores para ALMA por parte del Laboratorio de Ondas Milimétricas de la Universidad de Chile, o las sofisticadas simulaciones que recrean la evolución de los objetos celestes en el universo primordial, desarrolladas en el Laboratorio Nacional de Supercomputación, que también pertenece a la Universidad de Chile.

Razones para que sean solamente excepciones hay muchas y principalmente están relacionadas con el nivel (y el modelo) de desarrollo del país. Además, si hay algo que no se ha inventado aún es un recetario para pasar de la investigación científica a la transferencia tecnológica. Pero es indudable, por ejemplo, la injerencia del comienzo de la carrera espacial en el desarrollo de Silicon Valley. Décadas después, dicho lugar sigue liderando la innovación tecnológica en Estados Unidos y dinamizando su economía. En el trayecto, Silicon Valley se reformuló de ser la meca en desarrollos de hardware (semiconductores) a tener un sitial parecido en aplicaciones virtuales (e-business).

Nos encontramos —tal como en la California de fines de los años 50— en un posible punto de inflexión: ocupar estos observatorios para subirnos al tren del desarrollo tecnológico y a la innovación o volver a dejarlo pasar. Los próximos telescopios ofrecen grandes oportunidades en tecnologías asociadas a la instrumentación astronómica y en el desarrollo de herramientas para el análisis de grandes bases de datos. Para aprovecharlas, se requieren líderes visionarios tanto en el sector público como en el privado.

Esta es la visión que tuvo Federico Rutllant, el primer director del Observatorio Nacional en Cerro Calán, quien, a fines de los años 50, logró convencer a influyentes astrónomos norteamericanos que el Observatorio Interamericano se instalara en Chile, precisamente en Cerro Tololo. Ese acto fue la semilla que nos hizo convertirnos hoy en la capital de la astronomía mundial.

Andrés Escala Astorquiza
Director Departamento de Astronomía
Universidad de Chile

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